CAROLINA PINEDO – 21 OCT 2018 – EL PAÍS

La intensidad y la persistencia en el tiempo son las cuestiones que determinan que la ansiedad infantil sea adaptativa o resulte patológica.

Imagine que se encuentra en la selva y hay un león que le quiere cazar las 24 horas del día. Esa sensación de amenaza continua es la que siente un niño o joven con ansiedad. Ese miedo y tensión continuos afectan a todos los ámbitos de su vida, desde el familiar, al social o el escolar. Pero, ¿qué es la ansiedad? Se trata de una respuesta emocional desencadenada por un estímulo percibido como peligroso por el niño que le pone en alerta y tiene como finalidad su protección para preservar su supervivencia.

“El problema es cuando ese estado de alerta resulta exacerbado y se desencadena por hechos que no entrañan peligro o resultan amenazantes. La ansiedad puede desencadenarse por hechos tan cotidianos como ir al colegio, o tener que leer una redacción en voz alta”, explica Iván Carabaño, médico adjunto del servicio de pediatría en el Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid.

La ansiedad del niño puede afectar a su salud física con síntomas como el dolor de cabeza o abdominal. En cuanto a los comportamientos habituales, destacan “la ansiedad por separación de los padres, porque tienen miedo a que les ocurra algo, los terrores nocturnos o el miedo a dormir solos”, comenta el pediatra, Iván Carabaño, que describe el caso de real de una niña con ansiedad: “Yolanda tiene 8 años. Desde que escuchó que robaron en un chalé de su comunidad de vecinos, le cuesta conciliar el sueño, se muestra nerviosa e insegura cuando llega la noche y llora sin parar. Cuando logra quedarse dormida, tiene pesadillas y sueña que unos ladrones la pegan. En mitad de la noche se sobresalta y busca la cama de sus padres, que están desesperados y no saben qué hacer. Según ellos, su hija nació cuando ellos eran demasiado mayores y les preocupa que le pase algo. Por ello, la han borrado de las clases de pintura, inglés e hip hop; han cambiado el turno de trabajo para estar siempre con ella. Han caído en la trampa de la sobreprotección”.

Cuando la ansiedad es normal en el niño

La ansiedad en el niño no siempre es patológica. Se trata de un mecanismo psicológico de alerta humano ancestral que ha servido para protegernos de peligros del entorno que pusieran en riesgo nuestra supervivencia. “El niño a lo largo de su etapa evolutiva experimenta momentos puntuales de ansiedad que desaparecen de manera espontánea, como en el caso de la edad de alrededor de los 7 años en que aparece el miedo a la oscuridad, a los monstruos o a quedarse solo. Lo que diferencia la ansiedad adaptativa de un niño de la patológica es la intensidad y su permanencia en el tiempo”, comenta Carla Valverde, psicóloga clínica del Centro de Salud Mental de Alcobendas…

La cara de la ansiedad en los niños

La ansiedad puede manifestarse de diversas formas, entre ellas las que explica la psicóloga, Carla Valverde:

  1. Disminución del apetito.
  2. Dificultad para conciliar el sueño.
  3. Llanto excesivo e inmotivado (rabietas).
  4. Dolor de cabeza, de estómago y vómitos persistentes frente a las situaciones que causan ansiedad al niño, como ir al colegio o separarse de sus padres.
  5. Excesivo nerviosismo que se traduce en muchos movimientos corporales.
  6. Rechazo y gran resistencia para experimentar las situaciones que le generan ansiedad.
  7. En el caso de los niños mayores de 10 años y adolescentes, la ansiedad puede acarrear respiración acelerada, taquicardia, sudoración o tensión muscular.

Cómo ayudar al niño desde casa para prevenir y evitar la ansiedad

Bregar y gestionar de manera adecuada las situaciones diarias que provocan miedo, tensión y alerta en los niños son la mejor prevención para evitar que la ansiedad alcance en los pequeños niveles patológicos. Otras pautas a tener en cuenta son:

  1. Evitar la sobreprotección de los hijos.
  2. Ayudar al niño a identificar y vencer sus miedos, en vez de ocultarlos.
  3. Fomentar en los niños la expresión de sus emociones, incluidas las negativas.
  4. Recordar cuestiones que parecen obvias y son fundamentales, como ofrecer a los pequeños cariño y atención.
  5. Dar ejemplo al reaccionar con serenidad ante las adversidades. Los padres son un modelo para sus hijos en todos los ámbitos de la vida.
  6. Reforzar los logros de los niños cuando reaccionan de manera adecuada frente a situaciones que perciben como una amenaza y les provocan nerviosismo y ansiedad. Una recompensa atractiva puede ser jugar con el niño a su actividad preferida.
  7. Determinados medicamentos ansiolíticos pueden estar indicados en algunos casos que prescriban los profesionales, pero de ser así, es recomendable compaginar el tratamiento farmacológico con terapias psicológicas que ayuden al niño a gestionar sus emociones de manera saludable.
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