Carina Saracco y Mauricio Girolamo – Licenciados en Psicología

Una de las instancias cruciales en el desarrollo y evolución del cachorro humano es la adquisición, entendimiento y asimilación del «No». Un aspecto tan universal como la risa. Comienza de una manera rudimentaria y luego pasa a formar parte de lo que no conviene o no se quiere hacer, decir, expresar o manifestar en la conducta diaria. Es una palabra corta, pero con la importancia de otorgar al nuevo psiquismo, un modo de construcción y estructuración. Oponerse, es la preliminar y mejor manera de afirmarse. Una muleta, un bastón, un soporte, en el que apoyarse para encontrar la autoafirmación. La piedra angular donde se edificará parte constitutiva de la autovaloración, autoconocimiento y la estima de sí mismo.

En la adolescencia, se desarrolla el No como una forma de descartar lo que no se quiere, sin saber fehacientemente, aún, lo que sí se quiere. Y así se aprende a desarrollar una forma de procesar las decisiones basadas en separar lo que No será parte, de lo que permanecerá y disputará para elegir definitivamente.

Sabemos que toda elección conlleva un costo a pagar, por lo que sería importante considerar, que no se viene a este mundo para cumplir expectativas ajenas, «adivinando» lo que supuestamente los demás esperan, porque «esos otros» luego de dar su parecer, seguirán con sus vidas. El precio de decir que Sí constantemente como una forma de buscar aceptación en los demás, generalmente se paga, quedando mal con uno mismo. Parte de ser seguros, se relaciona con apostar a ser genuinos y auténticos, fieles a las propias creencias.

Decir No, implica y denota un límite. Un «hasta acá» como punto final. Sin embargo, se puede ver en los extremos polares, personas que se manejan ajustadamente dentro de límites rígidos, inflexibles y estrictos. Su basamento racional transita en el «deber ser». Casi como un mandato que marca el camino, con pocas chances de dejarse llevar por ese río interno que marcan los anhelos, deseos y gustos. Estas personas confían más en lo que se les dicta desde afuera, que en los designios de sus propias entrañas.

En el otro extremo, personas que constantemente se pasean por fuera de límites claros,básicos y naturales. Como una forma de burlar las normas, saltar la cerca o saberse poderosos, de vivir al borde del abismo. Una forma de vida inundada de adrenalina. Que poco tendrá que ver con la estabilidad,serenidad y equilibrio.

Pero los extremos nunca son buenos. La vida sana, transcurre en los matices y en las escalas de grises. Hay que romper con los legados que indican constantemente que lo gris o tibio, es de mediocres. Pues todo lo contrario. Lo extremo rígido se parte. Lo extremo blando se diluye. Sin embargo lo firme y plástico se adapta, moldea y tolera cambios.

Gran parte de los problemas humanos, se gestan por decir Sí demasiado rápido, y No demasiado tarde.Nuevamente el extremo impulsivo, sin que la razón medie, o la duda eterna que no permite accionar. Pero lo curioso, valorable y llamativo que posee la capacidad de decir No, es que paradójicamente potencia el Sí. Cuando se sabe decir No, el Sí tiene un sabor muy distinto. El Sí propone, sin embargo, el No define. En definitiva y por consecuencia de ello, es que nuestra existencia gira entorno a los No de la vida. Somos seres finitos y mortales, por consiguiente la vida nos pondrá un límite tarde o temprano: un No imposible de soslayar. De ello deberíamos aprender, para aceptar que el No es sano y respetable. Cuando existe un posicionamiento claro y firme,el No está absolutamente permitido y validado, aceptando decirlo como escucharlo, respetando la disposición negativa a tal circunstancia, sabiendo a ciencia cierta, que el día que la afirmativa llegue, será por demás sincera.

Un No, bien tomado, interpretado y aceptado, nos dejara en el más absoluto respeto por lo ajeno y nos contiene al mismo tiempo en los límites de nuestras posibilidades. Una forma de convivencia necesaria, dada la natural diferencias entre los seres humanos. Considerar que un pedido, una propuesta o una sugerencia, la pueden rechazar verbalmente con dos letras, implica comprender que no se puede con todo. La vida está limitada por varios flancos. Las oportunidades no son interminables, ni las acciones omnipotentes. La humildad de vivir limitados por la presencia de voluntades ajenas, nos engrandece, nos eleva y nos deja en el podio de saber mirar al otro como un prójimo que tiene otra realidad y otra verdad. La simpleza de decir que No a tiempo, sin tener que buscar excusas que lo justifiquen con gigantes sustentos, nos hará sentir plenos, coherentes, conformes y estables en nuestra vida: condiciones ineludibles de sabernos, sentirnos y actuar libres. Definiendo con claridad lo que quiero, me permito, busco y acepto. 

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